noticias

Por qué te cuesta tanto recibir afecto y qué puedes hacer para mejorar.

Mariale Sánchez

¿Cuál suele ser tu respuesta cuando recibes un cumplido?, ¿lo aceptas con facilidad o buscas maneras de contradecir lo que acabas de escuchar? 

¿Qué tan sencillo es para ti pedir ayuda? ¿o cómo respondes cuando alguien te da un regalo o tiene un gesto amable contigo?

Para muchos de nosotros dar resulta sencillo, pero cuando se trata de recibir, la historia cambia. Nos sentimos incómodos, buscamos evidencia de lo que nos dicen no es cierto o razones para rechazar lo que se nos está entregando (así sea un cumplido, un regalo, una muestra de afecto, una oportunidad...) 

Y aunque es común que esto suceda, lo cierto es que dar y recibir son dos caras de una misma moneda. ¿O nunca has pensado que siempre que das hay alguien recibiendo? Entonces, ¿por qué para algunos resulta tan difícil recibir?

A continuación lo exploraremos. Pero antes, quiero recordarte que puedo acompañarte de una manera más profunda en este proceso a través de la guía Me Tengo a Mí: especialmente diseñada para reforzar tu amor propio y autoestima (que ya veremos cómo se relacionan con este tema)

¿Por qué me cuesta tanto recibir afecto?

Si eres un lector constante de nuestros artículos, ya sabrás la línea que viene a continuación: no hay una respuesta universal a la cuestión de por qué hay para quienes el acto de recibir se les dificulta tanto. Sin embargo (puedo jurar que tu mente ya formuló la próxima oración) sí, hay generalidades de las que podemos valernos para comenzar los procesos de exploración. Si la información que estás por leer resuena contigo, úsala como punto de partida para tu propio proceso terapéutico o de introspección.

Las condiciones en las que se desenvolvió nuestra niñez tienen un gran impacto en las decisiones que tomamos cuando adultos a la hora de relacionarnos con los demás. Por ejemplo:

Dependiendo de tu contexto social y familiar, es posible que alguna vez hayas escuchado sobre la importancia de dar. A muchos de nosotros desde pequeños se nos enseñó que compartir y entregar de manera desinteresada (nuestra ayuda, nuestra compañía, nuestros conocimientos, nuestros juguetes...) era un comportamiento cuando menos noble y deseable. Volvernos expertos en el arte de dar era el antídoto para el narcisismo y el egoísmo. Nos protegía de volvernos los villanos del cuento, cultivando en nosotras valores que nos convertirían en hombres y mujeres de bien. 

Existen también, aquellos que fueron educados para no depender de nadie. De manera intencional, o no, debieron ser los responsables de suplir sus propias necesidades emocionales (e incluso, en ocasiones, la de los demás) desde muy temprana edad, anulando así la respuesta natural de recibir ayuda o afecto. 

Hay un tercer factor relacionado a la niñez que también puede dificultarnos la tarea de aprender a recibir. Si durante nuestros primeros años no experimentamos un amor incondicional sino que sentimos que tuvimos que cumplir ciertas expectativas o condiciones para poder ser amados, podemos desarrollar la creencia de que no somos lo suficientemente valiosos para recibir amor, afecto en cualquiera de sus manifestaciones. Por ello, al crecer si nos encontramos en situaciones que de alguna manera contradigan esta creencia, sentiremos emociones que la rechacen y que validen la idea de que no merecemos lo que se nos está entregando

Por otro lado, la acción de dar para algunos puede significar tener cierto grado de control en las situaciones de las que forma parte. Recibir por el contrario, puede hacerles sentir expuestos o vulnerables. Si no estás acostumbrado a mostrarte vulnerable en tus relaciones, puede que no te sientas cómodo cuando eres tú el receptor. 

Las presiones y expectativas auto impuestas también pueden jugar un rol importante en estos casos. Hay quienes se sienten incómodos recibiendo pues tienen la idea de que aceptar gestos, cumplidos, regalos o ayuda los pone en una posición de deuda con el otro. Sospechan de sus motivos, como si detrás de la acción de dar hubiera una intención oculta que lleva a quien recibe a defenderse de manera preventiva de cualquier obligación que puedan estar asumiendo.  

Como en tantos otros temas que atañen a la psicología y a los procesos terapéuticos, hay múltiples factores que pueden influir en el desarrollo de ciertos patrones de conducta y pensamiento. Y aunque lo ideal siempre es que explores tu caso particular de la mano de un profesional, si en este momento no estás en posibilidad de hacerlo, te dejo algunas sugerencias de las que puedes guiarte para mejorar. Pero antes:

¿Por qué es importante aprender a recibir?

Si eres de aquellos a los que el acto de recibir les parece retador y prefieren siempre dar, quizá hayas notado ya que este comportamiento puede despertar emociones displacenteras que seguramente no aparecerían si estuvieras habituado a la idea de aceptar aquello que se te entrega. 

Al estar continuamente dando sin recibir nada a cambio, se crean dinámicas que repercuten en nuestra autoestima. Quien siempre da, puede sentirse frustrado, solo, no amado e incluso utilizado. 

Es importante que tengas en cuenta que las relaciones saludables son recíprocas, pero para que esta reciprocidad exista debes permitirte aceptar lo que los demás están dispuestos a darte. Quienes realmente nos quieren también quieren tener la posibilidad de ayudarnos y estar ahí para nosotros pero siempre habrá quien quiera y pueda aprovecharse de estas situaciones unilaterales. 

Por último, aprender a recibir te da la oportunidad de recargar tus recursos físicos y emocionales para que puedas seguir dando lo mejor de ti.

Ahora sí,

¿Cómo empezar a recibir?

  1. Sé consciente: si en este momento te pregunto, ¿cómo te sientes cuando vas a recibir algo, sabrías qué responder? Reconocer e identificar las emociones y pensamientos que aparecen en determinadas situaciones es el primer paso para poder cambiar. Una vez que has hecho consciente estas sensaciones e ideas, es importante aceptarlas y comprender que son el resultado de múltiples factores y que tal como las aprendiste en algún momento, puedes desaprenderlas y sustituirlas por otras más alineadas a quién eres hoy.

  2. Reforzar tu autoestima: todos los motivos que leíste en la sección de "¿por qué me cuesta recibir afecto?" están de una u otra manera ligadas a la autoestima. La autoexigencia, las ideas de insuficiencia o el miedo a no ser amados si no cumplimos las expectativas o deseos de los demás son patrones de conducta y pensamiento que pueden cambiarse a través del fortalecimiento del auto concepto.

    Este trabajo puede ser retador y es importante que tengas en cuenta que la idea no es estar completamente "sanado" de aquello que nos limita. Hay creencias que están tan arraigadas a nuestro ser que desprendernos de ellas puede tomarnos años. Sin embargo, no necesitas haber cerrado todas esas heridas emocionales para que haya un progreso en tu realidad. Recuerda que somos humanos y el trabajo interno nunca termina, pero a medida que vamos creciendo y evolucionando tenemos mejores herramientas para afrontar aquellas situaciones que nos detonan o se imponen entre nosotros y lo que deseamos.

    Para acompañarte en este proceso de mejorar tu auto estima, he diseñado Me Tengo a Mí: Guía de Amor Propio. Una recopilación de más de 20 poderosos ejercicios diseñados para ayudarte a cultivar una mejor relación contigo mismo.

  3. Lleva un diario de gratitud: a través de esta practica podrás comenzar a sustituir la culpa, las ideas de no merecimiento, la sensación de estar siendo egoísta o narcicista, (o cualquier otra emoción o pensamiento incómodo que relaciones con el acto de recibir) con agradecimiento. Aceptar y agradecer las experiencias que vives es un hábito que tiene poderosos beneficios, entre ellos, abrirte a la idea de que mereces recibir cosas buenas. 

  4. Conoce tus lenguajes del amor: cuando de afecto y cariño se trata, no todos tenemos las mismas preferencias. Reconocer y conocer cuales son tus lenguajes del amor y comunicárselo a quienes hacen parte de tu vida puede hacer que el acto de recibir se vuelva más sencillo. Recuerda que a todos nos funcionan cosas diferentes y para llevar una vida más plena y satisfactoria es importante identificar lo que nos hace sentir cómodos y hallar maneras de integrarlo a nuestras rutinas. 

  5. Comienza a discernir: presta atención a tus necesidades tanto como a los de las demás. Aprende a reconocer cuándo, de manera genuina, quieres entregar tus recursos a alguien más y cuándo lo haces por miedo a ser rechazado, a que piensen que eres una mala persona, o por cumplir expectativas que no te pertenecen. Al hacer este trabajo de discernimiento poco a poco podrás comenzar a tomar decisiones con las que te sientas más satisfecho. 

  6. Date a ti lo que te cuesta recibir de los demás: el mejor lugar para comenzar a trabajar en cosas que nos afectan siempre somos nosotros mismos. Haz una lista de las cosas que te gustaría recibir de los demás y comienza a dártelas tú. Pueden ser elogios, regalos físicos, cuidados, o incluso la oportunidad de pedir ayuda cuando la necesites. Recuerda, un paso a la vez. 

 

Enlaces de interés: 

Referencia 1 - 5 Reasons Why Receiving Is Harder Than Giving

Referencia 2 - Teach Yourself to Receive Love in 5 Steps

Referencia 3 - Learning to Receive: 5 Steps to Opening Up

 


Publicación más antigua Publicación más reciente


2 comentarios

  • Ayer recibí elogios de manera pública y solo supe decir: “ay, que pena”. Gracias por el artículo. Me dio una nueva perspectiva de cómo empezar a creérmelo

    Samantha Lizano

  • Siempre es un placer y me enriquecen sus publicaciones.
    Ojalá algún día cuente con loa recursos económicos para ti se terapia contigo 🙏🏻😉

    Aída Pineda

Dejar un comentario

Por favor tenga en cuenta que los comentarios deben ser aprobados antes de ser publicados