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Tipos de Apego (y cómo influyen en nuestra manera de relacionarnos)

Mariale Sánchez

Desde el primer momento en que llegamos a este mundo -incluso hay teorías que afirman que desde que somos gestados- comenzamos a acumular información que, años más tarde, influirá en quiénes somos y cómo observamos el mundo. 

Las creencias que adquirimos durante nuestra infancia son aquellas que asumimos necesarias para sobrevivir en el entorno en el que nos desarrollamos. Sin embargo, esto no significa que sean inmutables. Muchas veces, las verdades que adoptamos dejan de ser funcionales a medida que crecemos y comenzamos a desenvolvernos en nuevos ambientes. Es entonces, cuando conviene cuestionarnos en qué creemos y cómo podemos sustituir estos pensamientos por unos más alienados a nuestra actual etapa vital.

Entre todos los aspectos que pueden verse influenciados por esos primeros años ya mencionados, hay uno en particular que suele ser tema común en los motivos de terapia: las relaciones. 

¿Qué es el apego?

El apego es un vínculo emocional que creamos con otra persona. Según el psicólogo británico John Bowlby, quien fue el primero en desarrollar una teoría sobre este tema, el apego se trata de una “conexión psicológica duradera entre los humanos”. Bowlby, creía que creía que los lazos más tempranos formados por los niños con sus cuidadores tienen un impacto tremendo que continúa durante toda la vida.

De manera general, el tema central de la teoría del apego es que los cuidadores primarios que están disponibles y responden a las necesidades de un bebé permiten que el niño desarrolle un sentido de seguridad. El bebé sabe que el cuidador es confiable, lo que crea una base segura para que el niño explore el mundo.

Estas formas de relacionarnos que aprendemos en edades tempranas, nos servirán de guía en nuestra vida adulta y tenderemos a emularlas en los vínculos que construyamos.

 

Tipos de Apego

Conocer y saber identificar los tipos de apego es una pieza clave a la hora de comprender la manera en que nos relacionamos con los demás y por qué tendemos a elegir un tipo de relación sobre otras que nos resultarían más saludables.

La clasificación de los tipos de apego es trabajo de la psicóloga Mary Ainsworth quien, en la década de los 70, lideró un innovador estudio llamada la situación extraña, en el que los investigadores observaron la respuesta de niños de entre 12 y 18 meses a una situación en presencia y ausencia de sus figuras maternas. 

Con base en las respuestas que se observaron en estas investigaciones, Ainsworth describió tres estilos principales de apego: apego seguro, apego ambivalente-inseguro y apego evitativo-inseguro. Más tarde, los investigadores Main y Solomon (1986) agregaron un cuarto estilo de apego llamado apego desorganizado-inseguro basado en su propia investigación. A continuación, indagaremos un poco más en cada uno de ellos. 

 

  • Apego Seguro: este tipo de apego se desarrolla cuando el niño siente que sus necesidades son atendidas por parte de sus cuidadores primarios, lo que le permite crear la noción de un espacio seguro en el cual pueda desenvolverse y crecer. Además de la seguridad física -como la garantía de comida y protección por parte de la madre, por ejemplo- para que este tipo de apego se de, el niño debe, además, sentirse reconocido, valioso y ser alentado a explorar por sí mismo el mundo sabiendo que tiene un lugar seguro al cuál retornar.

    ¿Cómo se ve un adulto con apego seguro?
    Para los adultos que han desarrollado el apego seguro como medio para relacionarse, no supone un esfuerzo desarrollar vínculos íntimos con los demás sin experimentar el miedo al abandono. Es decir, pueden llevar una vida emocionalmente independiente sin prescindir de sus relaciones con los demás.

  • Algunas otras características de apego seguro en la adultez son:
    1. Capacidad para regular las emociones.
    2. Facilidad para crear vínculos, abrirse y confiar en los demás.
    3. Buena autoestima en general.
    4. Capacidad para comunicar sus necesidades de manera efectiva
    7. Comodidad estando solo/a. 

  • Apego Evitativo: cuando el niño percibe que no se satisfacen sus necesidades básicas y emocionales, le costará confiar en las personas. Los niños pueden percibir los lazos sociales como inseguros o inestables y terminan por asumir que no pueden contar con sus cuidadores primarios para su protección. Se conoce como “evitativo” porque los bebés presentan distintas conductas de distanciamiento. Por ejemplo, no lloran cuando se separan del cuidador.
    El desarrollo de un estilo de apego ansioso - evitativo en un niño tiene mucho que ver con la disponibilidad emocional de sus cuidadores. Sin embargo, es importante mencionar que en este los cuidadores no descuidan necesariamente al niño en general, están presentes pero tienden a evitar la demostración de emociones e intimidad y, a menudo, no sintonizan con las necesidades emocionales del niño.

    ¿Cómo se ve un adulto con apego evitativo?
    Para los adultos evitativos, las interacciones sociales y los lazos permanecen en la superficie. Para que una relación sea significativa y satisfactoria, tiene que volverse profunda y allí es cuando el adulto evitativo se cierra. Ante la idea de profundizar el vínculo, la persona con apego evitativo preferirá alejarse. Quienes construyen sus relaciones sobre este tipo de apegos pues no necesitan intimidad emocional en sus vidas por lo que los compromisos en relaciones de amistad o de pareja les resultan incómodos y hasta amenazantes.
    Algunas otras características de apego evitativo en la adultez son:

    1. Incomodidad ante la idea general de intimidad con los demás.
    2. Dificultad para hablar de sus emociones o sentimientos.
    3. Poco interés en construir vínculos significativos.

  • Apego ansioso o preocupado: los niños que desarrollan este tipo de apego, no tienen la seguridad de ser protegidos o atendidos por sus cuidadores primarios. Sucede cuando, por ejemplo, los cuidadores responden a las necesidades del niño solo en algunas situaciones. Esta inconsistencia puede dificultar que el niño comprenda lo que significa el comportamiento de los padres y qué tipo de respuesta esperar en el futuro y generar en él inseguridades y miedos que no desaparecen ni siquiera en la presencia de los cuidadores.

    ¿Cómo se ve un adulto con apego ansioso?
    Los adultos con apego ansioso son más propensos a padecer dependencia emocional en sus relaciones. Además, tienden a estar en sintonía con las necesidades de sus parejas pero no con las suyas. Les resulta difícil relacionarse de la manera en que desean pues esperan recibir mayor afecto o intimidad que el que proporcionan.

    Algunas otras características de apego evitativo en la adultez son:
    1. Celos.
    2. Desconfianza en los demás.
    3. Constante miedo de abandono por parte de sus parejas.

  • Apego Desorganizado: el tipo más difícil de apego inseguro es el tipo de apego desorganizado. A menudo se observa en personas que han sido abusadas física, verbal o sexualmente en su niñez. Este se desarrolla  cuando los cuidadores del niño, su principal fuente de seguridad, se convierten en una fuente de miedo. Este apego es particularmente complejo pues incorpora tanto el apego ansioso como el evitativo.

    ¿Cómo se ve un adulto con apego desorganizado?
    Los adultos con un estilo de apego desorganizado carecen de un enfoque coherente hacia las relaciones. Por un lado, quieren pertenecer. Quieren amar y ser amados. Mientras que, por otro lado, tienen miedo de permitir que alguien más entre en sus vidas. Persiste en ellos gran temor de que las personas más cercanas a ellos los lastimen.
  • Estos adultos esperan y están esperando el rechazo, la decepción y el dolor que vendrán. En su percepción, es inevitable.

    Últimas Recomendaciones

    Al comprender mejor la manera como aprendimos a relacionarnos desde nuestros primeros años, será más sencillo comprender también la manera en que nos relacionamos durante nuestra adultez. Si bien los primeros apegos que desarrollamos son una gran influencia para los años posteriores, estos no son una sentencia. 

    De adultos, podemos replantear nuestros esquemas, creencias y valores y adaptarlos a unos que nos generen más bienestar. Es posible aprender a relacionarnos desde nuestro valor y construir vínculos sobre apegos seguros a una edad adulta. 

    Conocernos es la pieza clave. Y recuerda, estos procesos suelen ser más llevaderos cuando están acompañados de un profesional de la salud mental. 

     


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