Cuando hablamos sobre emociones, la envidia se convierte en el famoso elefante en la habitación. Porque sí, es verdad que poco a poco se ha ido transformando la idea que solíamos tener acerca de ciertas emociones. Hemos ido comprendiendo y aceptando la rabia, la tristeza, la vergüenza y el miedo -por ejemplo- como acompañantes naturales en este viaje que es la vida. Hemos ido aprendiendo que las emociones vienen a cumplir un papel, a entregar un mensaje, y que lo bueno o malo no se refiere a ellas sino a los recursos que tenemos para reconocerlas, sentirlas, y dejarlas ir.
Pero, ¿qué pasa con la envidia? Mientras que la tristeza o el miedo solían asociarse con debilidad de carácter, la envidia tiende a ser una característica de alguien malo. Es común imaginarnos a alguien que siente envidia como el villano de la historia, alguien ruin que está dispuesto a lo que sea con tal de obtener eso que otro tiene. Y seamos honestos, ¿quién quiere encajar en ese perfil?
Antes que ser ruines preferimos entonces pretender que no sentimos envidia. Evitar a toda costa expresar nuestro deseo por conseguir algo que vimos en alguien más para que los demás no cuestionen nuestra moral. Y si la envidia aparece (que seguro aparecerá) entonces vendrá acompañada de otros sentimientos que aumentarán la incomodidad como culpa, angustia o ansiedad.
¿Hay diferentes tipos de envidia?
Pero, ¿es realmente tan malo sentir envidia? Veamos. Según el Diccionario Merriam-Webster, la envidia es la "conciencia dolorosa de una ventaja disfrutada por otro unida al deseo de poseer la misma ventaja". Se trata pues de una manifestación de un deseo interno. Dicho así, no parece tan grave, ¿no?
El problema ocurre cuando se gestiona enfocando el malestar en la persona que disfruta de aquello que se desea, pues en estos casos quien está experimentando la emoción puede dejar que el resentimiento, la rabia o la frustración alimenten conductas violentas, controladoras, manipuladoras u obsesivas. Por ejemplo: criticar destructivamente, stalkear de manera compulsiva, menospreciar los logros de los demás e incluso intentar sabotear las acciones de alguien más.
Pero como ya te imaginarás, estos comportamientos destructivos no son la única manera de responder a la emoción. Lo que marca la diferencia entonces no es la capacidad de sentir o no sentir envidia sino la forma en que asumimos las sensaciones displacenteras que surgen cuando, por ejemplo, vemos que alguien en redes sociales hizo el viaje de nuestros sueños, o un compañero de trabajo obtuvo el puesto que queríamos.
¿Cómo sacarle provecho a la envidia?
Sí. Sacarle provecho. Si con este artículo aceptaste que, en efecto, has sentido envidia, pero no resuenan en ti los comportamientos dañinos que acabamos de repasar, sino que más bien tiendes a intentar evitarla o suprimirla, hoy vamos a intentar cambiar un poco el enfoque y ver de qué maneras podemos beneficiarnos de esta incómoda sensación.
- Comprende sus raíces: para dejar ir el malestar y permitir que la emoción se transforme en algo constructivo, primero es importante reconocerla, aceptarla, sentirla sin juzgar y finalmente comprenderla. ¿Qué situación ha despertado esta sensación en ti?, ¿fue algo material o quizá necesidades emocionales que no están siendo atendidas?
TIP: Haz una lista de las personas y/o situaciones que te han generado envidia. Pregúntate ahora, ¿qué necesitas? - Úsala de brújula: la envidia no es más que deseo. Nos indica las cosas que en verdad queremos. Y por supuesto que es natural sentirse mal por no tener algo que anhelamos (sobre todo cuando vemos a otros disfrutándolo) pero podemos valernos de estas sensaciones desagradables para conocernos mejor y encausar nuestras acciones hacia aquello que aspiramos.
- Abre tu consciencia: lo que diferencia la envidia del puro deseo (ese que no nos genera malestar sino emoción o ilusión) son las inseguridades o miedos que pueden hacernos creer que no conseguiremos las cosas que queremos. Una vez que sabes qué quieres puedes intentar preguntarte, ¿qué me impide obtener estas cosas? La respuesta a esta pregunta puede servirte de guía para saber en qué debes trabajar para alcanzar tus metas.
Finalmente, recuerda
Las emociones forman parte de nuestra naturaleza. Y aunque no podemos decidir qué sentir o qué no, ya que estas suelen ser respuestas instintivas, lo que sí podemos controlar es la manera en que respondemos, gestionamos y enfocamos lo que experimentamos. Todas las emociones -una vez más- vienen a decirnos algo. Y te sorprendería la valiosa información que puedes obtener si solo te permites escuchar.
3 comentarios
Gracias por explicarnos desde otra perspectiva esta emocion que es considerada tan negativa. El enfoque siempre es aprender de las emociones y no verlas como buenas o malas. Es algo que cuesta, pero la manera que lo explicaste en el articulo, esta fabuloso, ya que te hace cambiar de perpectiva y te pone a analizarte a ti mismo. Gracias por tu tiempo y compartir cosas tan informativas y de ayuda.
Melanie
Tus palabras son tan inspiradoras, gracias por aportarnos conocimientos y reflexiones que podemos aplicar en nuestro dia con dia. Saludos.
Michelle G
Saludos. Gracias por la información. De mucha utilidad, cómo lo es todo lo que haces. Me gusto mucho las recomendaciones. Y que al final, no es malo si sabemos aprovecharlo, se convierto en malo cuando es dañino para uno mismo, y peor dirigirlo hacia los demás.
Valiosa información. Agradecida por el tiempo que tomas por crear este tipo de información y compartirla.
Danielys T