¿Alguna vez has tomado decisiones basándote en los deseos, aspiraciones o incluso necesidades de alguien más en vez de las tuyas?
Si la respuesta es sí -y no te preocupes si así fue, la mayoría de nosotros ha experimentado este tipo de situaciones- este artículo es para ti.
El miedo a decepcionar a los demás puede ser causado por distintos eventos y si bien el contexto varía dependiendo de cada persona, la raíz emocional suele ser común y se trata de (simplificando un poco) miedo a no ser amados. Como seres humanos, tendemos a anhelar la conexión y huir del rechazo.
Si nuestras primeras experiencias estuvieron marcadas por situaciones en las que sentimos que debíamos actuar de cierta manera para poder recibir amor y protección, puede que al crecer adoptemos conductas en las que priorizamos la felicidad y plenitud de los demás aunque el precio a pagar sean nuestras propias necesidades, pues esta fue la manera que aprendimos de sentirnos merecedores de cariño.
Si estas ideas se mantienen, es probable que el miedo a decepcionar a los demás se generalice y se extienda, dejando de estar presente solo en vínculos estrechos -como nuestros padres o figuras de autoridad- y reflejándose en todas las demás relaciones en las que nos desenvolvemos. Se desarrolla de esta manera porque simplemente hemos trabajado con las herramientas que nos fueron dadas, las herramientas que aprendimos y, quizá hasta hoy, no éramos conscientes de ello.
La buena noticia es que estamos en capacidad de sustituir esas primeras lecciones y aprender a relacionarnos desde lugares que nos generen una mayor satisfacción y bienestar. El miedo a decepcionar a los demás puede afrontarse y reducirse al punto de no afectarnos significativamente o limitarnos más. Podemos comenzar a tomar decisiones basándonos en nuestros deseos y aspiraciones y aún así ser merecedores de afecto. Pero vamos, un paso a la vez.
Partiendo de lo básico
¿Alguna vez has escuchado la frase “el miedo a decepcionar se sana decepcionando”? Sí. Como cualquier otro miedo -desde el miedo a hablar en público hasta el miedo a las alturas- la manera más eficiente de combatirlo es enfrentándolo (de forma progresiva). Exponernos a lo que tememos le ayudará a nuestra mente a crear nuevas asociaciones adoptando la idea que aquello que temíamos no representa una amenaza real o tan peligrosa.
Y sí, exponernos puede sonar aún más aterrador. Pero esta no tiene que ser la tarea titánica que quizá te estés imaginando. Cuando se trata del miedo a decepcionar a los demás, hay algunas ideas que podemos tener en mente para ayudarnos a afrontarlo. Pero antes, me gustaría recomendarte leer esta publicación sobre cómo crear una “escalera del miedo” donde podrás dividir tu gran miedo en pasos más sencillos de afrontar.
Ahora sí, veamos.
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Es imposible quedar bien con todo el mundo.
Ten presente este pensamiento cada vez que te sientas en la necesidad de complacer a los demás. Sin importar cuánto sacrifiques, no es posible que tus decisiones hagan feliz a todos los que te rodean. Necesariamente habrá alguien que no esté de acuerdo con alguna de tus acciones u opiniones. Y eso está bien. Quizá la magia de nuestra naturaleza humana radica en que todos tenemos nuestra propia (y única) percepción de la realidad. Lo que es bueno para unos no lo será para otros, y tomar decisiones basándonos en los deseos de los demás es una receta para el sufrimiento. Una vez que comprendemos que la decepción es parte inevitable de las relaciones humanas y que no es nuestro deber ni nuestra responsabilidad ajustarnos a las ideas o expectativas que los demás crearon de nosotros, podemos comenzar a crecer más allá de nuestros miedos.
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¿Cuál es el precio a pagar por no decepcionar?
Hacernos esta pregunta puede ayudarnos a resolver los conflictos internos que acompañan a nuestro miedo. Se trata de una especie de análisis costo - beneficio. ¿Cuál es el costo si, por ejemplo, estudias la carrera que tus padres desean y no la que te apasiona? Sin duda alguna tendrás su aprobación, pero probablemente surjan frustraciones y resentimientos en el camino. ¿Qué pasaría si, en cambio, los decepcionas y sigues tu intuición? Puede que se sorprendan al principio e intenten hacerte cambiar de opinión, pero… ¿dejarán de amarte? Incluso si tus decisiones no resultan de la manera que esperabas, equivocarse es parte natural del camino. ¿Prefieres entonces equivocarte persiguiendo tus sueños o los de alguien más?
El ejemplo anterior fue bastante trascendental pero el miedo a decepcionar se encuentra también en pequeñas situaciones del día a día. ¿Tu jefe te pidió que tomaras más trabajo del que puedes y sentiste temor de decir que no? ¿Aceptaste acompañar a tu amiga al centro comercial aunque tu deseo era quedarte en casa? La suma de todas estas decisiones juega un papel fundamental en la construcción de la confianza en nosotros mismos y nuestra capacidad para desprendernos del temor a decepcionar a quienes nos rodean.
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Recuerda que no eres responsable por las emociones de los demás.
Sí, tenemos que repetirlo. El miedo a decepcionar a los demás a veces puede estar disfrazado de empatía o solidaridad. Es natural desear la felicidad de los demás e incluso ser partícipe de ella. Está bien querer evitar el sufrimiento de nuestros seres queridos e incluso de aquellos que nos rodean. Pero, debemos insistir, no es saludable asumir responsabilidades de cosas sobre las que no tienes control, como por ejemplo, la manera en que los demás te perciben. Por supuesto que todos tenemos responsabilidades morales, principios y valores y es nuestro deber intentar tomar decisiones que se alineen a estos pensamientos, sin embargo (y como ya mencionamos) lo que para ti es bueno y funcional puede no serlo para alguien más. Recuérdalo cada vez que sientas angustia ante la idea de tomar una decisión que pueda decepcionar a otra persona.
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Replantea el miedo.
Sí, el miedo como emoción primitiva tiene como finalidad advertirnos y prepararnos para las posibles amenazas del mundo exterior. Aún así, si observamos con objetividad los peligros que generan nuestros miedos, encontraremos que más de uno no representa un riesgo real para nuestra integridad física o emocional. Estos son los miedos que podemos replantear como incómodos, más no peligrosos. Si ayudamos a nuestra mente a quitarle el componente de riesgo inminente a la idea de, por ejemplo, negarte a ser el anfitrión de la cena de navidad este año, será más sencillo tomar decisiones que estén alineadas a tus necesidades.
Una de las principales razones por las que nos cuesta afrontar nuestros miedos es porque tenemos la idea que sentir miedo es algo negativo. Si sustituimos en esta oración lo “negativo” por “incómodo”, es probable que nuestra mente se vea más propensa a tolerar esta emoción. Y he aquí un factor clave; pues para afrontar las dificultades no tenemos que sentirnos a gusto con ellas sino tolerarlas lo suficiente para poder experimentarlas y dejarlas atrás
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Los baby steps siguen siendo steps.
Si quieres comenzar a levantar pesas, no llegarás un día al gimnasio y simplemente intentarás hacer un deadlift con 80 kg, ¿verdad? En este caso la razón es bastante clara: tu cuerpo no está preparado para tal desafío y las consecuencias de intentarlo pueden ir desde no poder siquiera levantar la barra hasta lesionarte gravemente. Bien, los desafíos emocionales siguen más o menos el mismo principio. Uno de los errores más comunes que solemos cometer a la hora de realizar actividades que buscan incrementar nuestro bienestar emocional, es pretender ir de 0 a 100. Por ejemplo, supongamos que quieres renunciar a tu trabajo pero temes decepcionar a tu jefe porque ha sido parte importante de tu crecimiento profesional y sientes que al irte lo estás defraudando. Tal vez batallas por días con este conflicto interno sin lograr reunir la “fuerza de voluntad” suficiente para dar el gran paso. Entonces, ¿por qué mejor no ir practicando tu capacidad de tolerar el miedo de manera gradual? Tal vez puedas comenzar dándole un feedback honesto y constructivo a un compañero de trabajo o rechazando alguna tarea que no te corresponda o que esté fuera del horario laboral. Estos pasos irán fortaleciendo el músculo de la tolerancia y podrás, eventualmente, afrontar la situación mayor con menos malestares que si lo hubieras hecho sin previa preparación.
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Los límites emocionales son tus aliados.
En Psiconfort los límites emocionales son el pan de cada día. Y si insistimos tanto en este tema es porque establecer y respetar tus límites emocionales es una práctica que incrementará tu bienestar de manera general. A través de ellos aumentamos nuestra confianza en nosotros mismos, fortalecemos nuestro amor propio y nos volvemos más capaces de desarrollar vínculos saludables. Los límites sanos te liberan. Si no estás muy familiarizado con esta idea, en esta publicación puedes ver algunos ejemplos de cómo lucen los límites emocionales saludables y en esta otra encontrarás algunas estrategias que pueden ayudarte cuando te cuesta mantener tus límites emocionales. También, en nuestra guía “Me Tengo a Mí” Guía de amor propio podrás encontrar ejercicios prácticos para reforzar tu confianza, incluyendo la creación y desarrollo de tus fronteras emocionales.
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Dale la vuelta a la empatía.
Una estrategia que suele funcionar muy bien cuando nos está costando afrontar una situación es imaginar qué consejo le daríamos a un ser querido que estuviera atravesando la misma experiencia y viniera a pedirnos ayuda. Este ejercicio resulta efectivo pues a través de él hacemos consciencia de los doble estándares con los que solemos medir una situación que se aplica a los demás vs. una que se aplica a nosotros mismos.
Si sentimos miedo a decepcionar a los demás es probable que seamos bastante autocríticos y que tendamos a opinar sobre nosotros mismos con rudeza y poca compasión mientras que, en paralelo, solemos atenuar las preocupaciones de los demás al mirar sus circunstancias con objetividad y ayudándolos a comprender que no es tan malo como se lo están imaginando.
Entonces, una buena manera de desprenderte del miedo a decepcionar a los demás es extrapolando tu situación a un ser querido y hablándote de la misma manera que le hablarías a él o ella. También puede ayudarte pensar las veces que estuviste en el papel de la persona a la que temes decepcionar y recordar cómo resultó. Por ejemplo, digamos que sientes miedo de darle un feedback crítico a tu amigo pues temes herir sus sentimientos. Piensa entonces en alguna vez que alguien importante para ti haya sido honesto contigo sobre algo que podrías mejorar y cómo este evento no significó el fin de su relación ni disminuyó tu amor por esa persona. Ampliar la perspectiva siempre es un buen ejercicio para ver el mundo con objetividad y no a través de los lentes de nuestros miedos e inseguridades.
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Practica el arte de no tomarte las cosas personales.
En este mismo blog tenemos todo un artículo que habla sobre este tema. Y es que muchas veces la manera cómo los demás reaccionan a nuestras acciones, palabras o decisiones tiene más que ver con ellos que con nosotros mismos. Una vez más, no podemos controlar la manera en qué los demás perciben el mundo, sus detonantes emocionales o incluso sus propios miedos o inseguridades. Recordar esto es sumamente importante a la hora de decidir movernos en dirección de nuestros propios deseos. Cuando personalizamos en exceso la decepción, estamos girando una situación solo en torno a nosotros, sin tomar en cuenta miles de otros factores y variables que pueden intervenir en la manera cómo los demás reaccionan.
Últimas Recomendaciones
Muchos de nuestros miedos están relacionados con el sistema de creencias que tenemos. Recuerda que nuestros sistemas de creencias empiezan con un pequeño pensamiento que vamos reforzando y que termina por convertirse en el cristal a través del cuál vemos el mundo. Estar atento y ser consciente de tus pensamientos es una tarea que te ayudará a desarrollar y fortalecer el autoconocimiento y, por ende, te brindará un mayor sentido de conexión contigo mismo.
Recuerda que la vida a veces puede resultar desafiante y es natural que varias emociones -agradables y desagradables- hagan acto de presencia en diferentes situaciones. Toma de este artículo los tips que resuenen en ti, y no dudes de buscar ayuda profesional si el miedo a decepcionar a los demás se vuelve un obstáculo para tu desarrollo personal.
Acompaña tus procesos con mucha compasión y ten siempre presente que estás aquí para aprender.